El Amigo del Levi

Cuando era niño, siempre soñé con tener mucho dinero, no ser como mis padres que se conformaban con reunirse al rededor del fuego cada noche.
Hice amigos por conveniencia hasta que me otorgaron el oficio de publicano, al principio sentía un poco de vergüenza, aquellos quienes de niños eramos amigo hoy ya me esquivaban, notaba sus críticas, y me daba cuenta que evitaban mi compañía; pero al tiempo dejo de importarme, pues el dinero que estaba ganando me permitía disfrutar de muchas cosas, hasta me case con la hija del Sacerdote por una buena dote.
Transcurrido el tiempo tuve nuevos, frívolos y banales amigos, a uno de ello le decían Leví, otro recaudador de impuestos que vivía situaciones muy parecidas a las mías, pero juntos, con la compañía de alguna jarra de vino, reíamos regularmente... aunque nos sentíamos un poco vacíos, nuestras burlas a los demás, siempre escoltados por los soldados por supuesto, conseguían esconder cierta soledad, que disimulaban cuánto extrañábamos a nuestros amigos de infancia.
Un día vino Levi, hacía mucho tiempo que no lo veía; me contó su encuentro con un tal Jesús de Nazaret: "Desde que lo conocí -me dijo- me di cuenta de que él era distinto, de que para él no importaba las cosas que decían de mí, francamente me extraño bastante, -continuaba- sin embargo, cuando me convencí cuando vi que se sentaba a la mesa con todos, sin distinción: mujeres junto a hombres, puro e impuro, esclavos y romanos, hebreos y samaritanos; ahí empece a creer.
En alguna oportunidad, en la mesa, se puso a contar la historia de un hombre que tenía dos hijos, uno de ellos, el menor, le pidió a su padre toda la parte de la herencia que le correspondía y fue a gastarse todo su dinero en una vida lujuriosa, de excesos y derroches. Cuando se le acabo el dinero, volvió con su Padre, y este en ves de reprenderlo, convoco a una gran fiesta por su regreso, por el regreso del hijo que se había ido. Así es el amor del nuestro Padre Dios -Explicaba Jesús-, da amor sin necesidad de que te arrodilles, ni te da castigos por tus equivocaciones: - ¡El goza cuando sus hijos recobran la vida! ¡convoca a una gran fiesta en el cielo cuando nos alejamos de aquella vida errante, el no te condena a llevar pesados castigos!
Al terminar el relato, sacó la siguiente conclusión: - Así es Dios, nuestro Padre, y así se alegra cuando uno de sus hijos perdidos vuelve a su casa. Para El, nadie necesita estar cargado de méritos ni de cualidades para ser querido, sino que su amor es como el de cualquier Madre o Padre, que, entre sus hijos, apoya al que mas necesita, atiende al que esta enfermo hasta que sane, se preocupa aunque ya seamos adultos.
…me contaba emocionado Levi: "Era una manera de hablar justamente al revés de todo lo que habíamos oído de cuando frecuentábamos la sinagoga y escuchábamos que Dios se complace en los justos y rechaza a los pecadores". Me di cuenta de que estábamos ante otra manera de interpretar la vida y de relacionarnos con Dios.
Todo esta cambiando vertiginosamente y el centro era aquella mesa en la que un grupo de gente que nos creíamos perdidos, empezábamos a darnos cuenta de que podíamos volver y Dios nos recibiría con un abrazo.
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